Mitchele Vidal | @imagenesurbanas

sábado, 29 de marzo de 2008

ARTE Y PARQUE ECOLÓGICO


Lo primero que hay que hacer al llegar al Museo de Arte Ecológico en Galipán, es quitarse el reloj. Es muy fácil separarlo de la muñeca, guardarlo en el bolsillo o en el morral. Lo difícil es quitárselo de la mente sobre todo cuando el visitante sube apurado desde Caracas; cuando la prisa y el stres forman parte del equipaje diario, del atuendo cotidiano. Pero tranquilo, para recordarte que no se vale andar apurado en este lugar se encuentran las guías que te conducirán por este viaje entre neo hippie y new age.

Antes de traspasar el umbral –suerte de reja bajita donde cuelgan algunas notas musicales de madera amarilla- la guía te suelta otra advertencia: “Cada grupo debe ponerse de acuerdo para dejar en perfecto equilibrio estas 3 piedras que ven aquí”. Tú juras que es muy fácil hasta que empiezas a hacerlo. Pero te equivocas. Así que nada de apuro, lo que debe imperar es la calma y la concentración para mantener en equilibrio 3 rocas de distintas formas y tamaños, ¡so pena de pasarse allí todo el día y perderse el resto del paseo!

Finalmente lo logramos. Después de varios intentos fallidos los hacedores de la magia que armonizó pesos y volúmenes fueron dos turistas extranjeros: un belga y un alemán, asistidos, vale decir, por la paciente Adriana.

Cumplida la primera tarea vinieron varias. Todas gratas. Todas pensadas para sentir cada piedra masajeando nuestros pies descalzos; apreciando la textura de un piso amasado con una gran dosis de creatividad natural por Sóez, un lugareño convencido de que la naturaleza es la fuente de toda creación y que en su equilibrio, se encuentra la sabiduría de vivir en armonía con el cuerpo y con el espíritu. Hombres, mujeres y niños –cada uno a su aire- se entregaron al juego propuesto.

En este jardín de piedras marinas está permitido soñar. Deshacerse de los malos recuerdos o presagios, gritando, cantando, saltando. Besando o dejándose besar por el ser amado: la pareja, el amigo, el hijo o la hermana. Siempre con calma, sin apuro, con el corazón abierto a las emociones y los pulmones disfrutando de ese aire puro que nos regala El Ávila cuando estamos sobre él. Abajo queda nuestra ciudad, sus prisas sin pausa, sus ruidos que nos hacen sordos a los verdaderos sonidos.


Finalizando el recorrido, perdida la noción del tiempo y sin percatarnos del rubor que se adueñó de nuestra piel gracias al sol de las alturas, la guía nos indujo a cerrar los ojos. A sentir sólo con los pies bien puestos en la tierra, y a guiarnos con las manos de alguien tan ciego como nosotros, para que al final, nos abriéramos al milagro del mar recortando la falda de la montaña en Macuto.

Abajo el aire sigue trayendo miles de pasajeros apurados en avión, y la mar, miles de productos indispensables en barcos. Arriba, mientras ves el puerto de La Guaira y el aeropuerto de Maiquetía, puedes sentarte con calma a desafiar la gravedad -apilando piedra sobre piedra- tu propia torre de paciencia.

El Museo de Arte Ecológico es un espacio para mentes que se dejan llevar sin el cansancio que deja el apuro. Para pies que olvidan sus medias, que no extrañan sus zapatos. Eso sí, corres el riesgo de que en el camino te aturda el estruendo de tu propio silencio.

Cámara fotográfica cortesía de Adriana Bracho

domingo, 23 de marzo de 2008

MIÉRCOLES SANTO

Cuando la fe se viste de morado no importa si se vive en una atribulada ciudad como Caracas para pagarle una promesa al Nazareno. El miércoles santo se dedica a consagrarlo a Dios y a elevarle una plegaria para pedir un favor, una gracia.

A las 11:30 de la mañana la cola de fieles para entrar a la Iglesia de Santa Teresa ocupaba varias cuadras. También se organizó una fila preferencial para los penitentes de la juventud prolongada. Una multitud organizada y custodiada por la policía y los bomberos metropolitanos, esperaba con paciencia su turno de pasar al templo a contemplar la imagen del Nazareno, que se encuentra allí desde el 27 de abril de 1880, año en que fue inaugurada por el General Antonio Guzmán Blanco, quien la construyó en honor a su esposa Ana Teresa que no dejaba de llorar la demolición del antiguo templo.
Ancianos, mujeres y niños vistiendo alguna prenda del venerado color morado aprovechaban también para adquirir toda suerte de "mercancía" religiosa en esa acostumbrada mezcla de fe y superchería. Estampitas; imágenes de vírgenes y santos; ruda; jengibre; palmas benditas trenzadas con espigas; pencas de sábila con cuerdita roja -para el mal de ojo-; velas moradas de todos los tamaños; incienso; mirra y estoraque. De este último me llamó la atención su aspecto -desconocido por mí- como de piedrita desecha. El grato olor a templo, a recogimiento que despide la mezcla de estas tres sustancias se esparcía por toda la calle y volaba sin obstáculos entre las columnatas de los edificios del Centro Simón Bolívar y los puestos de economía informal.

Hasta la Plaza Bolívar, La Catedral y el Templo de San Francisco llegaron los nazarenos urbanos. Cargaban sus niños, sus coches, alguno mandaba un mensaje de texto desde su celular, creando así una contemporánea fusión de fe y tecnología de punta.

Otros incluso, sumaron a su recorrido el sacrificio de andar descalzos por esas calles y aceras del centro de Caracas que los acogieron bajo un espléndido sol de miércoles de Semana Santa. La fe sigue intacta en el cuerpo y en la mente de muchos pobladores de esta ciudad bendita. Así sea.

Fotografías: Adriana Bracho

viernes, 21 de marzo de 2008

Aquí se cocina con Maggie

En un post anterior reseñé las intervenciones urbanas en clave de pintura amarilla y verde que están sucediendo en la avenida Lecuna. En esa ocasión, Gabi Valladares me acotó que había visto con alegría cómo pintaban una serie de casitas en las faldas del cerro junto a los túneles de la Planicie, pero fue mayor su sorpresa cuando al pasar por allí, pocos días después, constató que la pintura amarilla era el fondo de una campaña publicitaria de Nestlé para sus cubitos Maggie...
Todavía no me lo explico ... ¿ Tú qué opinas?

miércoles, 12 de marzo de 2008

TE VESTISTE DE AMARILLO...

“Te vestiste de amarillo…”

…Pa’ que no te conocieran. Parece que las autoridades de la misión Villanueva aplicaron como consigna la letra de este villancico que todos cantamos en Navidad, a juzgar por la paleta que le están aplicando a todas las edificaciones que bordean la avenida Baralt y gran parte de la avenida Lecuna.

Si bien es cierto que es motivo de alegría ver cuadrillas de obreros limpiando el reguero que dejaron los buhoneros tras el desalojo y podando ramas secas de árboles, no es menos cierto que causa preocupación el que estas acciones no respondan a los conceptos básicos de conservación del patrimonio arquitectónico. A lo largo y ancho de esas dos avenidas tan emblemáticas de nuestra ciudad, conviven todo tipo de edificaciones; al menos por esta razón, podríamos esperar un tratamiento más cuidadoso de las características particulares de cada una de ellas. Sin embargo, la orden parece ser amarillo es lo que luce –en todas las fachadas– y verde nace donde quiera –sobre todas las rejas y los postes–

En fin. Los vecinos están contentos, y con razón. Hace años que esa zona no recibía ni siquiera un cariñito, y al menos –dicen ellos– así se ve más bonito. Pero no es tan difícil dar con los colores que más se acercan a los que alguna vez ostentaron esas fachadas. Con una simple cala, técnica en la que se va descubriendo qué hay debajo de cada capa de pintura aplicada a lo largo de los años, finalmente se llega a la original. Otro detalle sería precisamente ese, resaltar los detalles. No sólo pasar la brocha gorda y amarilla por encima de paredes, columnas, frisos, cornisas, marcos, molduras y cualquier elemento que dé relieve a esas fachadas.

La presidenta de la Fundación de la Memoria Urbana, arquitecta Hannia Gómez, declaró a El Nacional: “Pintar para que se vea nuevo es muy provinciano. Estamos en una de las grandes capitales de América. No pueden uniformar fachadas, creyendo que así se va a comunicar una nueva renovación urbana”.

A pesar de todo, se agradece el gesto. Especialmente porque nuestra ciudad pide a gritos agua, jabón y pintura. Pero colores hay muchos. Ahora, que el rojo empieza a desteñirse, no nos quedemos sólo con el amarillo. La gama es tan amplia como la libertad de pensamiento de cada uno de los que habitamos esta ciudad multicolor.
Publicado el 29 de marzo en www.entrerayas.com

miércoles, 5 de marzo de 2008

MUJERES HASTA EN LA SOPA

Están en el cine y en el teatro, comiendo cotufas saladas con lágrimas y gomitas dulces entre una risa y otra. Disolviendo tristezas en chocolate caliente y acompañando soledades con un latte vainilla aunque al día siguiente, se arrepientan de haber sumado más puntos de los permitidos en su recién estrenada dieta.

Están en el bautizo del libro de su poeta favorito y tomando notas en la junta de condominio. En la reunión de padres del colegio y en la piscinada del más fastidioso de los amiguitos de su hijo. En el auto mercado eligiendo galletas bajas en calorías, frutas altas en vitaminas y haciendo magia entre ofertas de fin de temporada y saldos bancarios de fin de mes. Aprovechando el rojo del semáforo para revisar la lonchera antes de que suene el timbre del colegio y apurando un beso cariñoso junto a un Dios Te Bendiga que debe durar toda la mañana.

Pintándose la boca con un labial que promete brillo a prueba de besos y recordando que el de los besos, tiene varios días desaparecido. Están en la cola del banco estirando una tarjeta de débito que no es de chicle y atendiendo calladitas un celular que ha sonado cinco veces en el fondo de su cartera favorita, esa donde cabe todo pero no encuentras nada. Están en la peluquería alisándose el pelo, alargándose las uñas y consintiéndose por fuera para sentirse mejor por dentro. En la universidad aprendiendo letras, ciencias o leyes y en la casa cocinando, ordenando y administrando. Están en la charla de autoestima y en la conferencia sobre educación bolivariana. Y los sábados en la mañana, están en la clase de bailo terapia.

Las hay de diversos modelos, variados tamaños y en todos los colores; especialmente en lo que a pelo, uñas y ropa se refiere. Asomándose a la pubertad o apenas saliendo de ella; de cierta edad y de no tan cierta. No les importa que sea al aire libre -mejor dicho- en una terraza abierta a la calle donde se aposta una legión de hombres con barrigas de diverso calibre haciendo el único ejercicio posible para ellos: girar los ojos al son de la música mientras cae la mandíbula al ritmo del deseo.

Sólo un hombre se mueve y nos hace mover, el entrenador. Moreno tostado, cuerpo atlético, ojos claros y pelo rulo de sospechoso amarillo. Al comienzo la cadencia es tan suave como la música. Los cuerpos empiezan a calentarse al ritmo de una Britney adolescente y pre-mamá, pero la velocidad va en aumento y con ella los movimientos. Detrás vienen Madonna, Shakira y Gloria Stephan apurando el paso y el meneo. Se siente muy rico esa mezcla de brisa mañanera, sol empezando a calentar y acordes que entran por los oídos y salen por las pies, por los brazos, por las caderas, pero especialmente por la boca en forma de sonrisa.

Hay una morena en la primera fila que sigue cada uno de los pasos del guía. Debe ser bailarina, se consuela uno, que cuando le coge el golpe a un paso se da cuenta que ya van por el siguiente. Lleva una licra negra muy ceñida desde los tobillos hasta el piercing del ombligo, que no deja nada a la imaginación de aquellos buzos sin playa ni arena, porque bajo la franelita verde fosforescente un par de pezones de silicona se proyectan briosos, encabritados. ¿Por qué será que todas las mujeres que se operan las lolas siempre tienen frío?

En la tercera fila hay dos señoras de la segunda edad que con franelas grandes gozan un montón al ritmo de Thalía. Flacas y rellenitas -¡no me digas gorda por favor!- bailan con Olga Tañón merengue dominicano. Una gruesa gota de sudor se desliza entre mis pechos sensibles y auténticos; menos mal que llegó una pausa y con ella la licencia para hidratar el cuerpo y la cara. A estas alturas ya me duelen unos músculos que no sabía siquiera que tenía, pero allí está Ricardo para animarnos con cara de bravo y guiño cómplice.

Después de una hora de sensual ejercicio bajo el sol, ritmo delirante y problemas pospuestos, salimos hechas un mar de sudor y felicidad para seguir adelante con la rutina del fin de semana. A las duchas las que tienen la dicha de vivir cerca; a la peluquería las que no se pelan la rumbita de esta noche; al mercado las que dejaron al marido en casa viendo el mismo partido de fútbol de todos los sábados; a hacer la tarea las más pequeñas; a estudiar las que tienen examen el lunes; a ver fijamente el celular –ligando que por fin se oiga la voz esperada- aquella catira que aprovechaba para pegarle la oreja a su morral cada vez que las demás tomábamos agua.

Los mirones se mueven en retirada. El espectáculo de curvas, sudor y música se repite el próximo sábado y gracias a Dios, es gratis.

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