Mitchele Vidal | @imagenesurbanas

lunes, 23 de febrero de 2009

CORONA


No es que mi ciudad haya sido destruida
No se trata de calibrar las consecuencias del desastre
hacer el recuento de lo devastado
enumerar y clasificar sus ruinas

Por cierto,
¿adónde van las ruinas?
¿cuál es el destino de los viejos cascotes?
¿dónde los escombros del solar colonial?

¿Acaso existe un cementerio con todo esto
donde podamos ofrecer nuestra memoria
y sobre todo agradecer
la solidez prestada a estos trozos abnegados, serviciales?


Ciudad imaginaria, Monte Ávila Editores, Caracas, 2006 GUSTAVO VALLE (Caracas, 1967)
Fotografía: Francisco Pereira. Quinta Las Guaicas del arq. MANUEL MUJICA MILLÁN
Poema enviado por: Eleonora Requena

domingo, 8 de febrero de 2009

Ver, oír y contar

Fotografía tomada del grupo de Facebook "Ediciones generales grupo Santillana"
Caracas es tan generosa que cualquier jueves, mientras la tarde bulle se oye el croar de sapitos urbanos. Es literal. No exagero. Sucede en el Centro Cultural Chacao.

Fotografía tomada del Grupo de Facebook "Ediciones generales grupo Santillana"
Una vez más acudí a ese reciento inmerso en una de las zonas más congestionadas por el tráfico de nuestra ciudad y sí, es posible oír sapitos entre un silencio y otro de alguna tertulia, acaso de una película. El jueves 5 fue igual. Varias decenas de héroes urbanos –porque eso somos los que cruzamos de sur a norte y viceversa esta ciudad escindida– fuimos a oír anécdotas y experiencias literarias de la boca de un lector:Luís Yslas y tres escritores: Salvador Fleján, Rodrigo Blanco y Federico Vegas. Este último autor del libro La carpa y otros cuentos, de editorial Alfaguara. Así que de eso va esta reseña, que no cuento.

Las palabras iniciales las entonó Luís Yslas, y poco a poco se fueron entrelazando anécdotas, superponiendo recuerdos y evocando citas sobre el arte de narrar y las diferencias –sutiles o marcadas– entre el cuento y la novela. Este es un tema que le quita el sueño a más de un narrador. ¿Será el cuento el atajo más largo?
La más gráfica y no menos cómica la hizo Federico Vegas. Según él la revelación le llegó apenas esa mañana, frente a un plato donde lo esperaba relajado un huevo frito. “La claridad de su perímetro perfectamente definido (no olvidemos que Federico es tan arquitecto como escritor); su absoluta finitud y su indiscutible condición de ser exactamente lo que es retrata sin lugar a dudas al cuento. Intacto en su forma, llano en sus personajes”.
El “revoltillo” es, en cambio, la perfecta definición de la novela. Sus bordes irregulares dan cuenta de lo inasible de sus límites y su volumen caprichoso, de lo complejo de sus personajes. Pero oír estas definiciones de labios de Federico Vegas, quien tiene la virtud de contar -mientras lo leemos- como si nos lo estuviera contando al oído, es un lujo. Un lujo de voz y un tempo que son un bálsamo para nuestros oídos cansados del grito burdo y chato. En este punto no puedo dejar de recordar a nuestro recién desaparecido Eugenio Montejo; sólo una cosa era más placentera que leerlo: escucharlo leer sus poemas. Eso pasa con Federico Vegas, si leerlo es un placer sin miedo ni pudor, oírlo es un deleite. Pero este autor que va desde libros sobre arquitectura: El Continente de Papel (1984); Venezuelan Vernacular (1985); Pueblos, Venezuela 1979-1984 (1986) y ,La Vega una casa colonial (1988), comenzó en los años noventa a publicar libros de cuentos: El borrador (1996); Amores y Castigos (1998) y Los traumatólogos de Kosovo (2002). Sus sensibles y bien fundamentados artículos de prensa y ensayos están recogidos en La ciudad sin lengua (2001) y La ciudad y el deseo (2007). En 2005 publica lo que hasta el momento ha sido su mayor éxito editorial, Falke. En 2006 publica Historia de una segunda vez y Miedo, pudor y deleite en 2007.
Mientras escuchaba a estos cuatro autores venezolanos con esa calidez que transmite el que se sabe entre amigos, me envolvió la ensoñación de ver a Federico en esas largas noches en vela que pasamos todos los que alguna vez estudiamos arquitectura. Es fácil imaginarlo hilando frases, rodando comas, descartando adjetivos en algún lugar escondido de su mente, mientras sus manos se movían creando espacios, dimensionando estructuras, dibujando ventanas que se abrirían años más tarde para darle luz a cada uno de sus cuentos y develarnos los secretos mejor guardados de sus personajes. Así es la vocación. Una fuerza telúrica que todo lo invade y que tarde o temprano se abre paso por inadvertidas rendijas.

Federico Vegas es un narrador envolvente. Su prosa discurre sin prisas y nos conduce entre descripciones precisas y fluidos adjetivos hasta llevarnos a ese desenlace inesperado que tememos porque con él, inevitablemente, terminará el placer largamente prolongado.

Donde quiera que estén el abuelo que murió bajo una carpa; José Sigala, quien pintaba con una cámara fotográfica; Billo, el que le sigue cantando a Caracas muchos años después de haberse ido; Marcelino que se perdió en ese laberinto sin hilo de Ariadna de la memoria senil y Marco Aurelio, encantador y despreocupado –por citar sólo algunos de los entrañables personajes que Federico dibuja para nosotros en La carpa y otros cuentos– deben sentirse felices por el retrato que hiciera de ellos este caraqueño que cada domingo a las 10:00 a.m. sueña en la 97.7FM junto a William Niño con La Ciudad deseada.

lunes, 2 de febrero de 2009

Los locos bajitos

Fotografía: http://i.pbase.com/g6/23/725823/2/73837441.3fBpMje4.jpg

Perdonen la divagación ya que este blog es sobre ciudad y vida urbana, pero la noticia recién difundida de que no habrá clases mañana para "celebrar" los 10 largos años de "socialismo del siglo XXI", me dejó con tan mal sabor que abandoné mi post del día de hoy y sólo atiné a buscar una reseña que escribí sobre un fresco artículo leído hace más de un año. Lo copio aquí, como un sencillo homenaje a todos los niños venezolanos que mañana no irán a la escuela gracias a que un solo hombre decidió que hay que celebrar 10 años de atraso.

Mi mamá siempre nos decía que Juanito era “lengua de trapo”. Apenas estrenábamos los ´70 cuando él regresaba del colegio corriendo, sudando a chorros y con el silabario bajo el brazo, porque el “bulto” se le había quedado debajo del pupitre. En aquella época el morral era una cosa que sólo usaban los que se iban de excursión.

En la mesa del comedor mi hermana y yo lo veíamos apoyar su cabecita sobre ambas manos para repetir en voz alta: “p con a, suena pa; m con a suena ma”… Pero el verdadero problema empezó cuando le tocó combinar las vocales con la letra “R” porque lo que salía de su boca infantil, en la que ya se extrañaban algunos dientes, era: “ede con ede cigado, ede con ede badil”. Fue entonces cuando la mamá de Juanito, es decir, mi mamá –en esa pérdida de identidad personal que experimentamos todos los que dejamos de ser nosotros mismos para ser la mamá o el papá de…– tuvo que ir al colegio a explicarle a la maestra que Juanito se sabía las letras, pero que no podía pronunciar la “R”.

Claro está, en aquella época la terapia de lenguaje, la estimulación temprana y mucho menos la auto estima infantil, no habían aparecido por estos lares. De modo que la única solución ante cualquier dificultad en el aprendizaje, era tener paciencia con las burlas inocentes de los compañeros y confiar en que el tiempo y la madurez harían su trabajo de mejorar la pronunciación. Muchas cosas han cambiado desde entonces, entre ellas, que los niños son consultados ¡hasta por la Real Academia Española!

Todo esto viene a cuento porque acabo de leer una noticia maravillosa que brilla aún más entre la bruma de las bombas lacrimógenas y la ceguera oficialista que empañan las páginas de El Nacional. En El Papel Literario, Gustavo Valle reseña que la Real Academia Española convocó a 52 niños de Medellín a escoger las 10 palabras más hermosas para ellos, y la lista de las seleccionadas es tan genuina y transparente como todo lo que viene de esos locos bajitos a los que sin duda deberíamos oír con más atención.

La primera en la lista según los chamos consultados es chocolate. Voz náhuatl que hace agua la boca de quien la paladea si al pronunciarla se deja acariciar por su untuoso aroma y su profundo sabor, sobre todo a la hora de la merienda. Chuchería del recreo y del cine que derretida entre unos dedos llenos de pepitos y chupeta-chicle adquiere un nuevo sabor.

Le siguen música y crispeta –para nosotros cotufa– ¿Cuál de las dos es más sonora? ¿La música que invade sus pequeños oídos desde un MP3 o esa sinfonía de mini explosiones que esplende olorosa a maíz tostado cuando las cotufas estallan?

Carcajada: onomatopeya de la risa que debería estar siempre en la boca de todos los niños. En Soñar y fútbol el orden es importante ¿Cuántos niños sueñan con ser como el ídolo deportista que ahora admiran? Y allí afirma Gustavo Valle, “fútbol, manoseado anglicismo que afortunadamente triunfó frente al pájaro Dodó del balompié

Le siguen mágico, amigo, montaña y mamá. La magia, ya sabemos, siempre ha formado parte del imaginario y del vocabulario de cualquier niño y si no pregúntenle a Harry Potter quien además de practicarla cultiva en igual medida su incondicional amistad hacia Ron y Hermione. La analogía hecha por los niños entre montaña y mamá es elocuente. Acordaron de forma unánime que “les gustaba mucho estar en una montaña que tenga un agujero de leche”. Esta maravillosa imagen es capaz de llevarme a recordar esos inolvidables momentos en que Alejandra sorbía con avidez de recién nacida la leche clara que manaba de mi cuerpo.

Por si fuera poco tanta sensibilidad los niños también inventaron palabras, así que las apunto a continuación.

Murmulencio, que quiere decir: murmullo que se oye en el silencio.
Lunor
, luz de la luna.
Japisteza
, cuando se siente tristeza y alegría a la vez.

El articulista acota que es algo así como llorar de alegría o reír de tristeza. Por mi parte, ya fueron agregadas al Word de mi computadora, por eso no hay un zigzag rojo temblando debajo de ellas.

Hace poco, cuando los mayores fueron consultados vía Internet sobre la palabra más bella de nuestro idioma, dieron como ganadora a “amor” en un arranque –creo– más de fondo que de forma ¡y buena falta que nos hace!

Buenos tiempos para la lengua de Cervantes, de Lorca y García Márquez, de Borges, Vallejo y Vargas Llosa y de millones de seres humanos a lo largo y ancho de este noble planeta. La RAE se quita la toga y abre ojos y oídos a las enormes posibilidades que ofrece el maravilloso hecho de comunicarnos.

Así que cada vez que oigas a un niño hablar, presta atención; puede que estés frente al alumbramiento de una nueva palabra o de una clarísima definición, como aquella vez que mi papá, extrañado de ver tanta quietud reflejada en el rostro de mi hermano cuando tenía 5 años le preguntó:

– ¿Qué estás haciendo hijo?

– Estoy pensando.

Ah… ¿Y qué es pensar?

– Es cuando la cabeza te habla sola.

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