Mitchele Vidal | @imagenesurbanas

domingo, 25 de abril de 2010

ESTE SÁBADO

Texto y fotografías: Arq. ODOARDO RODRÍGUEZ

Este sábado, regresando del Mercado de Chacao -a donde habíamos ido en búsqueda de una sabrosa chicha- de repente, en plena intersección “heroica” entre las calles Miranda y Urdaneta, nos encontramos con tres sexagenarias respuestas arquitectónicas frente al espacio urbano.Lamentablemente, la cuarta ya no existe y sólo queda el boquete de acceso a un estacionamiento privado.

Santa Gemma, Cabrini y Z-B. Tres gestos, tres actitudes, acompañados por el nada racional alumbrado diurno. Están ahí, a la espera de que liberen los alquileres congelados o que el inexorable deterioro las haga caer como a su vecina de la calle Bolívar, ante la mirada angustiada de sus habitantes y la indiferente de autoridades y transeúntes.

Solo el poste solidario las ilumina día y noche.

El Chichero no había llegado a las 9:30. Quizás hoy no había arroz, leche o azúcar en el mercado.

lunes, 19 de abril de 2010

DOS VISIONES, UNA CIUDAD

Que Caracas está dividida eso lo sabemos. Pero esa división no sólo es geográfica: El Güaire la parte en dos (sur y norte) y múltiples quebradas la escinden de este a oeste. La división política produce inequidades tales como un municipio de más de 2.500.000 habitantes (Libertador), otro con menos de 100.000 (Chacao) y 3 que van de un extremo al otro. Sin embargo la mayor calamidad es que la autoridad llamada a coordinar las acciones entre las 5 alcaldías y electa democráticamente -la Alcaldía Metropolitana- fue desconocida por el gobierno central de modo que cada municipio hace lo que puede -o lo que quiere- sin importarle las consecuencias, casi siempre negativas, en la totalidad de la ciudad.
Aunque esta aclaratoria llueve sobre mojado para los caraqueños la hago por respeto a los lectores que no viven aquí y no comprenden estas incongruencias de la capital de Venezuela pero que, gracias a Internet, se asoman por Imágenes urbanas. Estas líneas vienen a cuento porque hoy, 19 de abril, fecha conmemorativa de los hechos que dieron inicio a la independencia de Venezuela hace 200 años, ocurren dos eventos claramente reveladores de tales divisiones.
MUNICIPIO LIBERTADOR
¿Es una bala? ¿Es un misil? ¡NO! Es el NO-OBELISCO
Desde finales del año pasado tenemos noticias de la construcción de un elemento conmemorativo que se instalaría en la Plaza Bolívar y que finalmente, se posó en la esquina noroeste de la Plaza del venezolano, antiguo Mercado de San Jacinto. Claro, decir "se posó" es una sutileza porque el elemento en cuestión parece a punto de salir disparado por una fuerza desconocida. Confieso que fui muy asustada a verlo. Pero a pesar de sus gigantescas dimensiones, 47 metros para ser exactos, lo que me dio fue risa. Risa y ¡rabia! al pensar lo que nos debe haber costado un objeto que no es digno de reseñar si no fuera porque está impuesto en lo que queda de nuestro humilde casco histórico. Un objeto que no tiene nada de obelisco. Porque los obeliscos fueron concebidos como hitos fundacionales; como ordenadores de nuevos urbanismos. Porque los obeliscos tienen un no-sé-qué de objeto del pasado, un cuidado de las proporciones, de los materiales, que aquí no se ve por ninguna parte. Esto es un chiste de pésimo gusto. Una señal más de cómo se impone la sin razón, un arma amenazadora que basa su supremacía en la fuerza de lo impuesto.No aclares que oscureces
El arquitecto Lucas Pou Ruan, de la coordinación de ejecución de la Oficina Presidencial de Planes y Proyectos Especiales, reiteró que no se trata de un obelisco ni de un monumento alegórico como los que están en el Paseo Los Próceres, sino de una especie de faro de luz con una proyección al infinito y simboliza varias etapas de abajo hacia arriba: "La primera pieza negra, la colonización española; la segunda roja, la gesta independentista; la tercera negra, la era oscura del puntofijismo; y las tres restantes rojas el triunfo de la Revolución Bolivariana y del Poder Popular del pueblo venezolano, que se erige hacia el cielo y marca el infinito de la Patria Nueva".

Sobran comentarios...


MUNICIPIO CHACAO
La otra celebración del 19 de abril será la inauguración de la Plaza Los Palos Grandes. Una conquista de los ciudadanos. Un nuevo espacio público para el disfrute de la comunidad que contará con un estacionamiento y una biblioteca.

Dejo aquí unas imágenes pero nos queda pendiente una reseña completa con nuevas imágenes cuando sean retiradas la tarima y los equipos de sonido que se están instalando allí para el acto civil que se llevará a cabo esta tarde y al que acudirán los ciudadanos, los niños, los jóvenes. Cuando los niños de ésta y otras urbanizaciones de Caracas vayan a disfrutar de sus amplios espacios, cuando los vecinos se sienten allí a conversar a dirimir sus puntos de vista sobre esta ciudad dividida entre lo civil y lo militar.

domingo, 18 de abril de 2010

CARACAS URBANITAS


"Caracas es una ciudad violenta donde se canjea libertad por seguridad, de refugiados domésticos que poco se arriesgan a socializar y recrearse en las plazas y parques que son espacios de convivencia urbana y el terreno privilegiado para la interrelación, el debate público y la participación colectiva y diversificada, por lo tanto es necesario validar la deriva de estos espacios y generar un nuevo desarrollo social a través de las iniciativas que otorga el Arte Público,"
Douglas García R.

Antes de las 9 de la mañana ya estaban allí. Fueron dispuestos, alegres y preparados a convertir la Plaza Miranda en una extensión de su taller de diseño. Mostraron su trabajo no sólo a los profesores que los estimularon y a los artistas plásticos que los apoyaron, sino a todos los que anduvieran por allí el domingo.
Los primeros espectadores fueron los vecinos que acuden a ejercitarse a ritmo de merengue y salsa brava. Así, que mientras la música movía torsos y piernas los estudiantes del Colegio Universitario Monseñor de Talavera se expresaban con tiza sobre el pavimento. Colgaban carteles intervenidos; organizaban zapatos pintados y papagayos multicolores. La consigna fue una: PAZ. Un grito, un clamor, una urgencia ante la inseguridad. La Paz como motivo para la creación y el espacio público convertido en escenario donde volcar su creatividad. Y es que las cifras -extraoficiales como todas las estadísticas de nuestro país- son aterradoras, y el blanco principal son nuestros jóvenes. Nuestros jóvenes presos en centros comerciales, auto excluidos de la vida al aire libre por temor a ser asaltados, despojados de su libertad o asesinados.Encerrados en sus casa y en las de sus amigos por la falta de actividades lúdicas, recreativas, deportivas y educativas que podrían darse en espacios públicos limpios, seguros, integradores.Así que el lienzo perfecto y abundante (de eso ya hemos hablado por aquí) fueron los cientos de carteles publicitarios de espectáculos artísticos y políticos. En esta ocasión les tocó a algunos de los candidatos a diputados para las próximas elecciones del 26 de septiembre y a varios cantantes que acaban de andar por aquí.
Lo más llamativo fue los cientos de pares de zapatos intervenidos con pintura, piedras, botones y todo tipo de material reciclado que fueron a parar a unas guayas dispuestas para ello entre los postes del alumbrado de la plaza, una alegoría a esta situción, tan común en nuestos barrios.Cuando compré mi pin para llevarme una pequeña muestra de lo que fue este encuentro le pregunté al estudiante que me lo ofreció que expresa "exactamente" esta imagen tan clara me dijo: "Amamos a Caracas, aunque sea insegura" ¿Cuántos podemos decir lo mismo?

viernes, 9 de abril de 2010

El Metrocable

Cuando Rosa se subió al funicular iba con su marido. No sé si su nombre es Rosa, ni si él era su marido aunque lo parecía. Él desenvuelto, hablador. Apenas se montó en la estación Parque Central se espepitó a decirnos que a Rosa le daba miedo, ¡pánico! ese aparato. Era obvio. Desde que el carrito empezó a subir ella se tapó los ojos con las manos y a-penas asomaba su risa nerviosa. Rosa sólo atinó a decir que sí, que le daba pavor, pero que prefería unos minutos de miedo que subir a pie -como antes- ese montón de escalones.En cambio a los niños les encanta. En la estación Hornos de Cal se subieron dos, como de 8 años. Pura risa. Mientras Rosa se bajaba aliviada -porque al fin se terminaba su sacrificio- los dos chamos gozaban un puyero viendo los árboles desde arriba o reconociendo los techos donde se encaraman a volar papagayos y a perseguir pelotas. Un parque de diversiones gratis porque aún no han empezado a cobrar pasaje. Nos cruzamos con dos usuarios más tranquilos, ya el Metrocable forma parte de su día a día. Esta crónica va de cómo aproveché uno de los días de Semana Santa -esos donde la mayoría de la gente huye despavorida de Caracas- para estrenar el Metrocable. Invité a varios amigos pero sólo se animó mi colega Carlos Sierra. Partimos de día, con mucha luz, calina en los ojos y cámara en mano a registrar la experiencia inédita de ver a Caracas desde lo más alto del cerro de San Agustín del Sur. Abajo quedó el eco agorero y temeroso.Arrancamos en la estación Parque Central y desde el principio impacta la visión en picado de ese pedazo de ciudad denso, descuidado, caótico. En apenas minutos nos vamos alejando de la ciudad "formal" la de calles asfaltadas y edificios altos para adentrarnos en la ciudad "informal" donde las paredes frisadas limitan con el ladrillo desnudo; la terca vegetación se abre paso entre los techos de zinc anclados con piedras y salpicados con antenas de Direct TV. Donde las callecitas se adaptan sinuosas al azar de la topografía y la arquitectura. El catálogo de puertas, ventanas y rejas parece infinito.
Las 5 estaciones son abiertas, por supuesto. Ventiladas e iluminadas naturalmente pero sólo es posible ver la ciudad y el barrio próximo a través de las rendijas que dejan los protectores solares y de seguridad. Sus reducidas dimensiones hablan por sí mismas de los bajos volúmenes de público para los que fueron construidas. La primera pregunta es: ¿por qué aquí? Este no es ¡ni de lejos! el barrio más grande de Caracas. La respuesta es obvia: es el más visible desde "el centro" de nuestra ciudad. Pero ya hay otros proyectos, el Metrocable subirá a otros barrios más grandes.
Estructuras verticales y techumbre lucen, a simple vista, sobre dimensionadas. No conozco las razones técnicas, funcionales, ni estéticas de viva voz del arquitecto Carlos Silva, tampoco encontré información en Internet que aclare esta duda formal. Sólo un artículo abunda en cifras que hablan de costos muy superiores a los del proyecto inspirador, el Metrocable de Medellín. Pero el objetivo de transportar con rapidez y eficiencia a los habitantes de este barrio se cumple. Las estaciones son muy agradables; los materiales correctos; la señalización eficiente y el personal está entrenado para orientar a los usuarios novatos.Claro, las protagonistas son las cabinas de aluminio rojinegro, súper transparentes; desde allí la vista se pierde en 360°. Y para añadirles identidad alternan los nombres de los estados venezolanos con los de valores éticos y morales. Es así como se encuentran Guárico y Hermandad con Mérida e Inclusión. Sin embargo, este despliegue de recursos económicos y tecnológico acentúa el deterioro, el abandono de todo el barrio al que sirve. La precariedad de las condiciones sociales, la ausencia de servicios, el abandono estatal a esta realidad enorme de cientos de miles de habitantes de este barrio que es -apenas- la punta del iceberg de todos los barrios marginales de Caracas golpea contundente. Las estaciones dan la impresión de posarse, como naves extraterrestres, sobre tierra arrasada. No ha habido -y subrayo este tiempo verbal con la esperanza de que aún puede haberlo- cuidado alguno en tejer los bordes de este sistema con la realidad circundante. En obrar con cuidado en las inserciones, en poner las bisagras ausentes.
Los habitantes se suben en la estación, ubicada en la avenida Lecuna y se van bajando, según sea el caso en las 4 estaciones que los llevan hacia su misma calle de tierra; a esos grandes tobos donde los espera el agua quieta, empozada; a la luz eléctrica robada en esa maraña que no pocas veces ha calcinado vidas.
Eso sí, allí está una escuela de Fe y Alegría que subió mucho antes que el Metrocable a llevar educación y esperanza a miles de niños necesitados de ella.Ahora también junto a los ranchos se yerguen varios edificios construidos por el Estado para las familias que fueron desalojadas al ejecutar las obras. Rosa vive allí, eso alcanzó a decirnos antes de bajarse. -"Él me mandó para allá". Nos quedamos con la duda si "él" es el Metrocable.
Duele ver como los escombros se avecinan con las viviendas nuevas y las de siempre. Algunos son sólo una mole de piedra y concreto, otros son espacios abandonados, paredes sin techo ni vida. Pero el sobre vuelo es estimulante. ¡Nos dice cuánto queda por hacer!
Hay fachadas primorosamente pintadas destacando sobre el uniforme rojo ladrillo. Hablan de la voluntad férrea que tienen algunos por salir adelante. Seguramente detrás de esa casita rosada, o de aquella blanca con bordes negros hay varios niños haciendo tarea mientras su mamá cocina. Más tarde ella bajará en un funicular llamado HONESTIDAD a entregar unas tortas de chocolate, luego subirá con una bolsa de comida.Lo más caro, lo más fácil y lo más rápido -porque es producto de ingeniería y tecnología- ya está hecho. Lo más difícil, lo más lento, lo que es tarea de sociólogos, educadores, emprendedores y diseñadores urbanos está por hacer. Las bibliotecas, los centros deportivos, las escuelas de música, de danza, las terrazas están esperando para ser sembradas ahí. Esas serán las mejores armas contra la delincuencia.
Fotografías: Arq. CARLOS SIERRA

sábado, 3 de abril de 2010

EL PASAJERO DE TRUMAN

"Le digo esto porque en Venezuela ha sido más fácil hacer la historia que contarla"
Francisco Suniaga. El pasajero de Truman

Cuando cerré la última pág. de El pasajero de Truman (Mondadori, 2008-Debolsillo, 2010) sólo atiné a decir: ¡Gracias! Y es que esta novela de Francisco Suniaga devela uno de los episodios menos conocidos de la historia contemporánea de Venezuela; lo relativo a la vida diplomática, devenir político y súbita enfermedad mental, que arrasó con la posibilidad, de que Diógenes Escalante (Queniquea, Venezuela, 1879 - Miami, EE.UU., 1964) ocupara la primera magistratura de Venezuela en el año 1945. Pero lo más cautivador de esta novela no es sólo la historia detrás de la investigación que hiciera Suniaga al entrevistar a dos colaboradores cercanos de Escalante (Hugo Orozco y Ramón J. Velásquez), a la sazón convertidos en Román Velandia y Humberto Ordóñez, sino la cercanía de su discurso narrativo, la pulcritud en los detalles y las reflexiones que a través de estos dos testigos de excepción hace el autor margariteño.

Suniaga -quien es abogado, internacionalista y articulista de vieja data- dispone con maestría de los recursos periodísticos para hilvanar una historia en clave de tertulia. Los dos antiguos colaboradores de Escalante se sientan a conversar revestidos de la parsimonia propia de la edad -ambos son nonagenarios- pero con la urgencia de quien sabe le resta poco tiempo. El diálogo se sucede en tono cálido, de confidencia respetuosa. Dos personajes que narran con evocadora voz lo que ha grabado en su mente el fuego de las emociones. Se suma una tercera voz, la del propio Diógenes Escalante, vívida, desde el recuerdo de Humberto Ordóñez pero también en primera persona.

En el cielo, el sol de agosto brillaba con fuerza y descargaba sobre Caracas su poder tórrido, arrancándole de las entrañas un gemido húmedo y sofocante que ascendía desde el sur, de lo más profundo del valle, hasta disiparse un par de cuadras más abajo de donde estaba parado. Al norte, en contraste y por fortuna, la serranía verde de la ciudad, desplegaba como un gigantesco abanico, prometía una tregua de frescor.

Pasajes como éste se suceden a lo largo de la novela y, aunque ciertamente, nos dejan con ganas de disfrutar más del lirismo de la prosa le ceden el paso a la abundancia de necesarias reflexiones sobre los distintos momentos y personajes históricos que transitan más de 60 años de vida en nuestro país y de sus relaciones con Europa y Estados Unidos.

Otro de los grandes aportes de esta novela histórica es la claridad de Suniaga a la hora de analizar y evaluar el desempeño de nuestros gobernantes y las consecuencias -nefastas- de muchas de las acciones que emprendieron y que seguimos padeciendo. Para muestra el párrafo que cito a continuación: Quienes apoyaron a Gómez, banqueros, políticos y los inevitables oportunistas, creyeron que el nuevo caudillo sería fácil de manejar, que podrían disponer de él cuando quisieran y el tiro les había salido por la culata...

No hay que ser muy suspicaz para sustituir el nombre del dictador que mandó en Venezuela durante 27 años. Estamos hablando de un gobernante de principios del siglo... pasado.

De modo que este es un libro que considero debería ser leído por todos los venezolanos a fin de arrojar luces sobre muchas de las sombras que opacan nuestra historia contemporánea. Conocerla, es fundamental para aprender de ella y no repetir -como lo hemos hecho- los mismos errores.

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